El arte de dibujar con tinta sobre la piel ha experimentado un gran boom durante las últimas décadas, hasta el punto de que es posible encontrar especialistas capaces de realizar espectaculares tatuajes en Málaga, Madrid, Valencia y, en general, en cualquier ciudad española y en casi todos los lugares del mundo.
Sin embargo y aunque esté de moda, este fenómeno milenario se remonta a la antigüedad, cuando diferentes culturas lo practicaban con fines religiosos, sociales o bélicos. De hecho, algunos expertos apuntan a que se trata de la expresión artística más antigua, al menos, conocida por las actuales generaciones.
Pero, ¿de dónde viene realmente este fenómeno en el que hoy participan cientos de miles de personas en el mundo?
El primer hombre tatuado conocido data del año 8.000 A.C. Su momia fue hallada en el interior de un glaciar en los Alpes, en la zona austro-italiana, con las rodillas y la espalda tatuadas. También se han encontrado restos del Neolítico en otras regiones como Siberia o el cuerno de África, pero sin duda, las culturas que más han explotado esta forma de arte son la egipcia, la azteca, la maya y, por supuesto, los polinesios. De hecho, la palabra “tatuaje” proviene del saomano, lengua que se habla en la Polinesia, donde en la antigüedad se tatuaba a los miembros de diferentes tribus desde bien jóvenes, cubriendo poco a poco todas las partes del cuerpo hasta no dejar ni un solo espacio libre de tinta, con el objetivo de ahuyentar a los enemigos.
En Egipto, los tatuajes se utilizaban para representar la clase social de las personas, especialmente de las mujeres, y muchas momias eran tatuadas para garantizar la entrada del alma al mundo de los dioses, de manera similar a los japoneses. Por ejemplo, Amunet, una sacerdotisa de la diosa Hathor cuya momia se encontró cubierta de diferentes dibujos que representaban su posición, con líneas en las extremidades y una figura elíptica bajo el ombligo.
Los celtas y los germanos también han hecho uso de esta práctica para representar el combate y la guerra como un arte, mientras que los aztecas marcaban a los niños con el objetivo de alabar a sus dioses.
Muerte y renacer del tatuaje: el Nuevo Mundo
Con la llegada del catolicismo y la férrea legislación de la Edad Media, los tatuajes comenzaron a considerarse como una mutilación al cuerpo y, como tal, una ofensa a Dios, por lo que en Occidente quedó prohibido durante cerca de 10 siglos.
Tras un largo periodo oscuro, esta forma de expresión experimentó un renacer con la llegada del Nuevo Mundo, cuando Europa comenzó a abrirse hacia regiones exóticas y los colonizadores, como el famoso explorador Thomas Cook, simbolizaron sus hazañas y descubrimientos con dibujos sobre su piel, importando el arte del tatuaje de tierras como Gabón y Nueva Guinea a los países occidentales y reiniciando un fenómeno que duraría hasta nuestros días.
A partir de este momento, el mundo occidental empezó a concebir esta práctica de un modo distinto, y comenzaron a lucirlos militares, presidiarios, artistas circenses o bohemios de baja clase social. A raíz del movimiento hippie en la década de los 70, el tatuaje se extendió entre todas las clases sociales hasta convertirse en el gran fenómeno popular que constituye hoy en día: una lenta y larga evolución a lo largo de los siglos y los milenios que hoy permite hacerse maravillosos tatuajes en Málaga, Barcelona, Bilbao y, en definitiva, en cualquier lugar.